Es un lugar que marca un antes y un después. Increíble en toda su exención, pero su clima produce ese amor odio difícil de comprender. Mires por donde mires hay cosas para hacer, no hay día que quieras quedarte adentro mirando por la ventana. No es un lugar para ir a descansar, es más bien el lugar perfecto para practicar, aprender y hacer todas esas cosas que siempre quisiste. Desde trekking, deportiva, alpina, clásica, boulder y me quedo corto.
El ambiente del pueblo es casi en su totalidad climber, la sensación de estar caminando por el pueblo para ir a comprar algo que comer y ver pasar gente conocida con crashpads en su espalda es el sueño de todo escalador.
El regreso a casa se hace con muchos proyectos en la cabeza con la idea de algún día poder volver a realizarlos. Vamos de a poco, paso a paso, algún día estaré preparado para afrontar los desafíos que ofrece el macizo.